sábado, 7 de septiembre de 2013

Rescatar el valor de los cuentos clásicos

Los cuentos de los hermanos Grimm, los cuentos maravillosos o de encantamiento, contribuyen en buena medida al desarrollo del aprendizaje infantil. Los niños, en los primeros tiempos de la lectura, reconocen una estructura sencilla y constante, el esquema narrativo, que les permite la clasificación de las situaciones y la tipificación de los personajes. Además, también les facilita la comprensión de su propia lengua y la ampliación de su vocabulario. Así, cada niño, en su propio desarrollo escolar, utilizará como lector y como aprendiz de escritor estos conocimientos para entender y recordar las historias.

Un poco más tarde, a medida que vaya creciendo, los cuentos favorecerán otros aprendizajes igualmente necesarios, como el descubrimiento del universo simbólico que identifica a su comunidad, en el caso de los relatos populares. Por tanto, entre las posibilidades educativas más interesantes que ofrecen los cuentos se pueden señalar las siguientes:

  • El desarrollo de la capacidad de atención.
  • La adquisición de la narración como un proceso, y la comprensión de las secuencias como un esquema narrativo.
  • El estímulo del pensamiento imaginativo y creativo.
  • El aprendizaje de los conceptos de causalidad y consecuencia.
  • La transmisión de relaciones sociales y afectivas.
  • La inmersión en la cultura popular.
  • La resolución de los conflictos psicológicos que presenta el desarrollo afectivo.

Para los niños, los cuentos y las historias son ventanas que se abren al mundo exterior. Los cuentos populares, por ejemplo, se siguen contando mucho tiempo después de haber surgido. Con ellos, el mundo exterior se llena de grandes aventuras, de príncipes heroicos y de hermosas princesas. Pero también cuentan con ogros y monstruos con los que se debe luchar para lograr comprender la realidad que nos rodea. Los cuentos populares son alimentos para el alma del niño, estimulan su fantasía y cumplen una función terapéutica; primero, porque reflejan sus experiencias, pensamientos y sentimientos; y, segundo, porque le ayudan a superar sus ataduras emocionales por medio de un lenguaje simbólico, haciendo hincapié en todas las etapas -periodos o fases- por las que atraviesa a lo largo de su infancia.
Bruno Bettelheim, en su Psicoanálisis de los cuentos de hadas, afirma que: “A través de los siglos (si no milenios), al ser repetidos una y otra vez, los cuentos se han ido refinando y han llegado a transmitir, al mismo tiempo, sentidos evidentes y ocultos; han llegado a dirigirse simultáneamente a todos los niveles de la personalidad humana y a expresarse de un modo que alcanza la mente no educada del niño, así como la del adulto sofisticado. Aplicando el modelo psicoanalítico de personalidad humana, los cuentos aportan importantes mensajes al consciente, preconsciente e inconsciente, sea cual sea el nivel de funcionamiento de cada uno en aquel instante. Al hacer referencia a los problemas humanos universales, especialmente aquellos que preocupan a la mente del niño, estas historias hablan a su pequeño yo en formación y estimulan su desarrollo, mientras que, al mismo tiempo, liberan al preconsciente y al inconsciente de sus pulsiones. A medida que las historias se van descifrando, dan crédito consciente y cuerpo a las pulsiones del ello y muestran los distintos modos de satisfacerlas, de acuerdo con las exigencias del yo y del super-yo” (Bettelheim, B., 1986, p. 12-13).

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