Nos metimos las manos en los bolsillos sin querer, y la frente sintió el fino aleteo de la sombra fresca, igual que cuando se entra en un pinar espeso. Las gallinas se fueron recogiendo en su escalera amparada, una a una. Alrededor, el campo enlutò su verde, cual si el velo morado del altar mayor lo cobijase. Se vio, blanco, el mar lejano, y algunas estrellas lucieron pàlidas. ¡Còmo iban trocando blancura por blancura las azoteas! Los que estàbamos en ellas nos gritàbamos cosas de ingenio mejor o peor, pequeños y oscuros en aquel silencio reducido del eclipse.
Mirábamos el sol con todo: con los gemelos de teatro, con el anteojo de larga vista, con una botella, con un cristal ahumado; y desde todas partes: desde el mirador, desde la escalera de corral, desde la ventana del granero, desde la cancela del patio, por sus cristales granas y azules...
Al ocultarse el sol que, un momento antes todo lo hacía dos, tres, cien veces más grande y mejor con sus complicaciones de luz y oro, todo, sin la transición larga del crepúsculo, lo dejaba solo y pobre, como si hubiera cambiado onzas primero y luego plata por cobre. Era el pueblo como un perro chico, mohoso y ya sin cambio. ¡Qué tristes y qué pequeñas las calles, las plazas, la torre, los caminos de los montes!
Platero parecía, allá en el corral, un burro menos verdadero, diferente y recortado; otro burro...
Juan Ramón Jiménez
(De "Platero y yo")
ACTIVIDAD 1
- Anota las variadas actitudes que adoptan las personas que presencian el eclipse. (Selecciona tres)
- Y ahora, la de los animales...
- ¿Con qué miran el sol? ¿Qué objeto te parece más adecuado? ¿Por qué?
- ¿Cuál es a tu criterio, el mejor lugar para observar el eclipse?